Viaje imaginario
Como casi cada año, para estas fechas, compré un billete de vuelo que cubre Palma de Mallorca-Buenos Aires, para darme una vuelta por mi querido y siempre bien recordado pueblo de Villa Regina. El viaje como siempre apacible, tal vez un poco más pesado que otras veces seguramente porque también llevo algunos años más. Descansé casi todo el día en el Hotel de la calle Suipacha 18 y a eso de las cinco y media tomé un remisse hasta la estación de ómnibus de Retiro. Embarque a horario en Via Bariloche en el asiento de arriba que señala el número uno, (desde ahí se puede ver todo el camino). Fuimos avanzando hacia las afueras de la gran ciudad y cuando quisimos acordar, un suave olorcito a cocina nos indicó que pronto servirían dos platos de comida, (uno frío y otro caliente), un cafecito y a plegar el asiento que queda toda la noche de viaje. El conductor se encarga de que los pasajeros no sientan nada extraño en el viaje, así que a eso de medianoche, por unas maniobras nos dimos cuenta de que estábamos estacionados en una terminal. (abro el rabillo del ojo y por una ventanita del cristal empañado leo Bahía Blanca.) No consulto la hora pero creo que serán como las 2 de la madrugada. El autobús echa a andar y nosotros a empalmar el sueño, otra maniobra nos despierta en Rio Colorado y la anteúltima en Choele Choel. Bajan pasajeros, hay coches aparcados en el andén y algunos se abrazan, la demora es corta y proseguimos viaje a Villa Regina. A partir de ahí, empiezo a ponerme inquieto, reconozco cada curva, cada puente carretero, cada entrada de pueblo y todo se me empieza a ser familiar, cambian las hierbas, y se insinúan arboles distintos, pasan camiones de transportes que reconozco por los rótulos. A la altura de Chelfóró empiezo a buscar los tickets de la maleta justo cuando sirven el desayuno, acomodo la manta, trato de peinarme, bajo al baño y me refresco la cara, la ruta es angosta y a veces el colectivo da unos bandazos para adelantar a algún camión perezoso. Como si ayer mismo hubiera pasado por ese sitio, se presenta la bajada de Chichinales, todo el asfalto es nuevo y mis ojos no alcanzan a descubrir los cambios de una sola pasada, al fondo inmensas filas de álamos verdes y ocres le dan un fondo paradisíaco al puesto caminero y las demás edificaciones. La velocidad disminuye y creo reconocer a unos camioneros que estaban conversando a la vera de la ruta. Entro en tensión, los carteles que siempre miro dan una bienvenida calurosa de colores, pasamos frente al “Barrio Don Bosco” y me emociono, (allí viví 17 años), mis ojos sin querer buscan el espacio donde estaba nuestro ranchito, superamos el primer semáforo y los viajeros que descienden se empiezan a levantar y prepararse. De pronto reconozco algunos que pasan en bicicleta o en coche, la maniobra de estacionamiento es prolija y serena, agradezco a Dios por el viaje y busco entre la gente a quienes son mis eternos amigos de llegada y despedida, ¡allí están! Aldo Langa mira hacia el colectivo tratando de verme con su pose tan particular, (las manos no llegan al fondo de los bolsillos), al lado está su mujer Ester, bajo rápido y emocionado, nos abrazamos con ese abrazo de amigos con mayúscula, retiro la maleta y echamos a andar hacia el coche blanco impecable, perfumado, (como recién sacado de la agencia), nos preguntamos cosas de familia, me ofrece la llave que el ha tenido todo el tiempo y monto con delicadeza, le paso la mano como si fuera a montar un caballo amigo y sin preguntar nada pongo rumbo hacia la calle Juan Moreira 461. Allí está mi madre, cada vez más pequeña con sus 98 años a cuesta, trato de hacerme el fuerte pero por dentro me entrego al llanto escondido, (ese que cada uno conoce totalmente), nos abrazamos, Aldo y Ester se retiran y miran con cariño, siento que Dios es infinitamente bondadoso. Llevo a Aldo y señora a su casa, les repito muchas veces el agradecimiento, les digo que la casa está segura en su compañía, regreso a casa. La señora que cuida a mamá tiene el mate preparado, me preguntan por Mirta y les digo que este viaje no ha podido venir porque tenía que ayudar en el negocio. A mediodía comeremos algún plato preparado de la rotisería “Norma”, Corchito y su mujer se alegrarán de verme y desde ese momento, empezaré una procesión de visitas inolvidables. Rejuntaré nuevas charlas, me enteraré de que alguien se fue de viaje sin retorno, descubriré otra vez el olor a manzanas y cuando pase frente a FM Patagonia entraré como en mi casa, me invitarán a compartir un rato la tertulia y ya estaré nuevamente en mi entorno. Cuando falte una semana para volver a España, otra vez este corazón sensible quedará roto, por lo que dejo y porque me espera Mirta con su inconmensurable cariño demostrado en estos 48 años de matrimonio
1 comentario:
ESTIMADO GALLO VIEJO:
UN VIAJE IMAGINARIO A VUESTRA VILLA REGINA QUERIDA Y ENTRAÑABLE TAN IMAGINARIO QUE ES REALIDAD EFECTIVA.
UN ABRAZO LLENO DE TERNURA.
EL REGINENSE.
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