Seis diamantes y dos muertos
“Está”. El anhelado mensaje llegó al teléfono móvil del inspector del Cuerpo Nacional de Policía. Decenas de agentes de paisano ocuparon con disimulo las inmediaciones del piso. Varios coches camuflados esperaban en las esquinas del edificio. Todo para atrapar a Andrew Robert Levene, de 41 años y acusado de matar a un marchante de joyas para robarle seis diamantes valorados en 300.000 dólares en Connecticut (EE UU). El martes lo detuvieron en Barcelona. Al día siguiente, se suicidó en la cárcel Modelo.
Las preciadas joyas salieron caras: un muerto y un herido en EE UU y el suicidio de Levene en España. En Connecticut existe la pena de muerte. Levene quizá temía verse en el corredor de la muerte. O quizá estaba deprimido. O quizá desconocía que España solo extradita a los detenidos con el acuerdo de que no se les ejecutará. El caso es que la madrugada del miércoles los funcionarios de la Modelo le encontraron colgado con las sábanas de la cama de su celda.
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