jueves, 26 de enero de 2012


El Costa Concordia tuvo un antecedente argentino

En 1930 el Monte Cervantes, un lujoso barco alemán, chocó contra un risco en las costas de Ushuaia; excepto el capitán, sobrevivieron los casi 1200 pasajeros a bordo
El 22 de enero de 1930 se produjo un terrible accidente náutico frente a las costas de Ushuaia: el barco "Monte Cervantes" varó contra unas formaciones rocosas sumergidas y se hundió cerca del faro Les Eclaireurs, en el Canal de Beagle.
Entre este barco que se hundió en costas argentinas hace 82 años y el Costa Concordia , que naufragó en aguas italianas el pasado 13 de enero existen varias coincidencias.
El primer punto en común es la similitud de las fechas de ambos hundimientos: uno el 13 de enero pasado y el otro un 22 de enero, 82 años atrás. Además, los dos barcos se caracterizaban por su lujo y suntuosidad.
Las dos tragedias ocurrieron por un cambio de ruta decidido por sus propios capitanes, y las maniobras de los mismos fueron muy similares.
En ambos casos fueron formaciones rocosas cercanas a la costa las responsables de abrir sendos cascos, y dejar los barcos a la deriva. Los dos botes permanecieron con sus proas hundidas e inclinados a babor.Llama la atención que, aparte de las coincidencias, hay dos puntos sorprendentemente opuestos: primero, en la tragedia de 1930 no murió ningún pasajero -a diferencia del Concordia, en el que ya se registraron 16 muertos y por lo menos 20 desaparecidos-, y segundo, el capitán del Cervantes, Teodoro Dreyer, luego de salvar a todos sus pasajeros, decidió volver al barco para hundirse con él, postura absolutamente disímil a la que tomó el capitán italiano Francesco Schettino , quien habría decidido huir del barco antes de que se hundiera .
El Monte Cervantes había zarpado ese 22 de enero de 1930 desde Ushuaia. De origen alemán, tenía 160 metros de eslora y pesaba 20.000 toneladas, movidas con cuatro motores diesel que erogaban 5.000 kw en total. Se encontraba realizando un viaje turistico que unía Buenos Aires, Puerto Madryn, Punta Arenas, Ushuaia y Yendegaia.
Al salir de Usuahia fue conmovido por un golpe seco y violento: chocó con unas rocas y la proa se levantó. Con el pasar de las horas el buque se inclinó bruscamente hacia babor y, en pocos segundos, el mar helado empezó a invadir cubiertas y camarotes.
El Cervantes permaneció a flote durante 24 horas, y luego, cuando bajó la marea, dio una vuelta campana y desapareció de la superficie. La única persona que estaba arriba fue el capitán Dreyer, quien decidió morir junto a su barco.
Los 800 habitantes que había en Ushuaia en 1930 albergaron a los náufragos, que duplicaban a la población del lugar. Se alojaron en viviendas particulares, en la iglesia, la escuela y hasta los presos de la antigua Cárcel de Reincidentes colaboraron en el rescate de los náufragos.





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