Londres y Buenos Aires se enzarzan en un duelo verbal por las Malvinas
Faltan 75 días para que el 2 de abril se cumplan 30 años del inicio de la Guerra de Malvinas (1982), pero semana a semana la tensión entre los países en disputa, Argentina y Reino Unido, crece un poco más. Después de la polémica por la decisión de los países sudamericanos de rechazar que en sus puertos amarren barcos con bandera de Malvinas, considerado por el Estado británico como un territorio de ultramar, llegó el turno del duelo verbal. El primer ministro de Reino Unido, el conservador David Cameron, dijo en la Cámara de los Comunes que la reclamación argentina por la soberanía de las islas que los británicos llaman Falkland constituye “más que colonialismo” porque supuestamente prescinde de la opinión de los malvinenses. El Gobierno de la peronista Cristina Fernández de Kirchner no se quedó atrás y su ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Timerman, respondió desde El Salvador que “llama la atención que Gran Bretaña hable de colonialismo cuando es un país sinónimo de colonialismo”.
Reino Unido arrebató las Malvinas a Argentina en 1833. Desde entonces, el país sudamericano reclamó durante décadas por vías diplomáticas la soberanía de ese frío archipiélago del Atlántico Sur donde hasta hace poco las actividades económicas se reducían al ganado ovino y la pesca (de hecho, la bandera de Falkland incluye una oveja, un barco y la bandera británica). En 1982, el entonces dictador argentino, el general Leopoldo Galtieri, ordenó la invasión militar de las islas el 2 de abril. Dos meses después, los británicos las recuperaron. Murieron 649 argentinos y 258 británicos, incluidas tres isleñas abatidas por error por un buque de Reino Unido. Desde entonces, esta potencia europea ha destinado más recursos militares y económicos a las islas, que ha extendido los permisos de pesca y ha concedido áreas para la exploración petrolera. En Malvinas viven 3.100 personas, la mayoría isleños y de Gran Bretaña, aunque también residen allí algunos chilenos y españoles que se dedican a la pesca.
A 12.700 kilómetros de allí, en Londres, un diputado conservador aprovechó la comparecencia semanal del primer ministro a la Cámara de los Comunes para preguntarle si no “deploraba” las recientes acciones del Gobierno argentino. Se refería a la estrategia diplomática que Fernández comenzó a montar en noviembre para convencer a los países sudamericanos de que cerraran sus puertos a los buques con bandera de Malvinas por considerarla ilegal. A Reino Unido le molestó, sobre todo, que los países más cercanos a las islas, como Chile, Uruguay y Brasil, se adhirieran a ese acuerdo porque sostenía que dejaría aislados a los malvinenses. La semana pasada, Cameron dijo que había llegado a un pacto con esos tres países para que aceptaran embarcaciones de las islas, aunque con bandera británica o de otro país. Uruguay negó ese acuerdo y Chile ratificó que no recibirá buques con insignia malvinense
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