El Papa llega a Cuba a defender su Iglesia
La agenda de Ratzinger se centra más en consolidar el papel de la jerarquía local como actor político que en forzar cambios a corto plazo en la isla
Hace 14 años, mientras viajaba hacia Cuba para iniciar una visita que atrajo la atención mundial, Juan Pablo II contestó algunas preguntas a los periodistas que le acompañaban en el avión oficial. Cuestionado por la diferencia entre la revolución cristiana y la marxista-leninista, el Pontífice consideró que la primera significaba la “revolución del amor” mientras que, “por el contrario”, la otra era “la revolución del odio, de la venganza, de las víctimas”. El viernes pasado, de nuevo en un avión, esta vez rumbo a México y Cuba, su sucesor, Benedicto XVI, declaró a otro grupo de corresponsales lo que pensaba sobre la doctrina que ha guiado la política cubana durante el último medio siglo: lo primero, que la ideología marxista “ya no responde a la realidad”, y en segundo lugar, que “si no es posible construir cierto tipo de sociedad, entonces se necesita encontrar nuevos modelos”.
Las dos visitas comenzaron con sendos rejones pontificios y unas expectativas de cambio más bien sobrevaloradas, ante las cuales ni entonces ni ahora el Gobierno cubano se ha dado por aludido. Hasta ahí las similitudes.
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