jueves, 2 de febrero de 2012


Egipto también se desangra en el fútbol

Al menos 74 muertos y 1.000 heridos tras un partido en Port Said entre un club local y el Ahly, de El Cairo, por el enfrentamiento de los hinchas

Muchos espectadores llevaban cuchillos y otras armas

El fútbol egipcio no es ajeno a la violencia. Pero ayer cayó en profundidades desconocidas: al menos 74 personas, entre ellas un policía, murieron tras un encuentro en Port Said entre el Masry, local, y el Ahly, de El Cairo. La cifra puede aumentar por el gran número de heridos: 1.000, según los datos del Gobierno. El Ejército tuvo que enviar helicópteros para su evacuación. Los disturbios se propagaron a El Cairo cuando el partido que debía jugar el Zamalek, gran rival del Ahly, fue suspendido por los sucesos de Port Said. Cientos de seguidores suyos provocaron un incendio junto al estadio e irrumpieron en las calles vecinas.
El incidente es el más sangriento en el país desde la caída de Hosni Mubarak el 11 de febrero de 2011.
Las circunstancias de la matanza resultan aún confusas. Comenzaron con la invasión del césped por parte de aficionados del Masry -había 13.000 espectadores y 20 brigadas de agentes- después de que venciera por 3-1 al Ahly, el equipo más potente del país, reconocido como el mejor del siglo XX en el continente por la Confederación Africana. El Ministerio de Sanidad explicó que muchos de los asistentes llevaban cuchillos y otras armas.
La relajación policial fue un factor en el desastre. Desde la revuelta que derribó al presidente Hosni Mubarak, hace casi un año, la policía, manchada por la brutalidad con que actuó contra los manifestantes y detestada por su papel como brazo armado de la dictadura, ha efectuado un repliegue. La inseguridad ciudadana se ha disparado, en parte por la efervescencia revolucionaria y la liberación de delincuentes en los últimos días de Mubarak, en parte porque la policía ha optado por devolver el desprecio de la ciudadanía con su inoperancia. “La culpa es de los soldados. Había decenas de ellos y de policías. Desaparecieron todos. Era un caos completo”, explicó el portugués Manuel José, técnico del Ahly. El Gobierno ordenó el envío de dos helicópteros del ejército a la ciudad de Port Said para evacuar a los miembros del equipo agredido y a sus seguidores, muchos de ellos atrapados en el estadio.
La federación egipcia ha suspendido “indefinidamente” la Liga nacional y el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto ha anunciado tres días de luto oficial en todo el país. Los Hermanos Musulmanes, cuyo partido Libertad y Justicia se hizo con la victoria en las elecciones parlamentarias, ha acusado a los partidarios del antiguo régimen de Hosni Mubarak de los disturbios y se ha referido a ellos como la "mano invisible" que ha causado la matanza.
Los sectores más violentos de las gradas futbolísticas egipcias cuentan con una larga experiencia en materia de batallas campales. Su entrenamiento en los choques con fuerzas antidisturbios les convirtió en la perfecta infantería durante los enfrentamientos revolucionarios entre policía y manifestantes. Los hinchas, especialmente los del Ahly, muchos con la camiseta del equipo, fueron protagonistas en las jornadas de la plaza de Tahrir hace un año y en las cargas en noviembre pasado cerca del Ministerio del Interior y del Parlamento. Afrontaban las balas de goma, los potentísimos gases lacrimógenos e incluso el fuego real con la tranquilidad de quienes llevan años haciéndolo.
Tras el encuentro Masry-Ahly, miles de seguidores del equipo local, vencedor, saltaron al césped y corrieron por las gradas en busca de los aficionados y los futbolistas contrarios. Los jugadores lograron refugiarse en los vestuarios. El público, en cambio, se vio sumergido en una orgía de brutalidad. Según la televisión local, la gente del Masry acorraló a la del Ahly e hizo una carnicería con cuchillos y botellas. La mayor parte de los cadáveres mostraba impactos en el rostro, heridas y hemorragias internas. Según el Ministerio de Sanidad, un número indeterminado de personas murió por caer desde la grada.
El Gobierno ordenó la suspensión del resto de los partidos de la jornada, entre ellos el que debían disputar en El Cairo el Ismailiya y el Zamalek, rival ciudadano del Ahly y segunda mayor entidad futbolística egipcia. Seguidores del Zamalek no aceptaron la orden gubernativa y se entregaron también a la violencia. Testigos presenciales dijeron que había incendios dentro del estadio y en sus inmediaciones y que numerosas personas protagonizaban incidentes por las calles.

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