domingo, 12 de febrero de 2012

PARTE DEL INFORME RATTENBACH SOBRE MALVINAS


.

Rattenbach: El informe que nos mostró los absurdos de la guerra

POR CLAUDIO SAVOIA; GERARDO YOUNG

A 30 AÑOS. Cementerio de combatientes argentinos en Malvinas. Recuerdo de la guerra
Luego se enumeran los antecedentes geoestratégicos e históricos bajo los cuales se intentó justificar el desembarco en las islas y la posterior guerra, las negociaciones diplomáticas llevadas a cabo hasta el 2 de abril de 1982 para recuperar las islas; los contactos bilaterales entre la dictadura argentina y el gobierno conservador de Margaret Thatcher en 1979, 1980 y 1981 –en los cuales se habían llegado a explorar posibles fórmulas de transferencia de la soberanía de las islas a la Argentina, con un inmediato “arriendo” al Reino Unido por 99 años y un gradual paso de ciudadanía y competencias a nuestro país–; el enfriamiento de esas negociaciones y el posterior endurecimiento de la postura argentina tras la llegada al poder de Leopoldo Galtieri en diciembre de 1981; los cuantiosos y graves yerros e improvisaciones diplomáticas previos al desembarco del 2 de abril –por ejemplo, el informe dice que no se tuvo en cuenta el rechazo de muchos países hacia el gobierno argentino por la cuestión de los derechos humanos–; la saga de superposiciones, ocultamientos y confusiones desplegadas por los militares en la planificación del desembarco; los primeros signos de incompetencia profesional evidenciados en los documentos de trabajo previos al 2 de abril, que no serían más que eso: los primeros.

Así nos enteramos de que el último documento de planificación bélica se redactó el 4 de abril, que “la emotiva reacción popular le hizo sentir al Gobierno nacional un fuerte respaldo a sus acciones, lo cual indujo a que el Presidente (Galtieri) hiciera pública manifestaciones de compromiso con el pueblo que a la postre significaron la pérdida del margen de negociación de que se disponía inicialmente, y que era el objetivo expresado de ocupar para negociar”. Así también confirmamos que nadie en el gobierno consideraba siquiera posible lo que era evidente –que Gran Bretaña enviaría tropas para reconquistar las islas, lavar su honor y galvanizar a una opinión pública jaqueada por el desempleo y el ajuste–, y que la falta de previsiones para enfrentar una respuesta militar “aceleró una carrera de improvisaciones para articular la estrategia defensiva”. Y así también nos desesperamos ante los detalles sobre la falta de voluntad de la dictadura para negociar la paz, mientras que el “júbilo popular” afectaba “el discernimiento de los responsables”, que a veces dejaban pasar días sin reunirse mientras las bombas caían sobre los soldados.

La secuencia de las negociaciones relatadas muestra cómo se encogía el margen de maniobra argentino: primero se reclamaba la soberanía de las islas; luego se consideraba un gobierno conjunto de varios países –incluidos Argentina y Gran Bretaña–; más adelante ya se discutían los términos del cese del fuego y el retiro de tropas mientras se cedía la administración de las islas a la ONU. Al final sólo se evaluaba la oferta de retirar las tropas, reponer el gobierno británico y consultar a los isleños sobre su futuro soberano.

En la “evaluación y análisis crítico” se despedazan uno por uno los errores de cada comandante en jefe (falta de coordinación de las fuerzas; mala selección de las unidades enviadas al frente y pésimo despliegue; horrendo adiestramiento; armamento inadecuado y fallido, entre otros). También los errores del gobernador militar Mario Benjamín Menéndez (comando ineficaz, desconocimiento de la verdadera situación táctica, física y moral de las tropas, indecisión para atacar cuando era posible) y de otro puñado de jefes.

Entre lo malo, lo peor: pésima logística en el transporte de tropas, armas, equipos, alimentos y abrigos. Punto. También son constantes en el informe las referencias a la falta de presencia de varios jefes en el frente de batalla; mucho teléfono y poco barro. O como decía Perón: timidez para el coraje.

Algunas apreciaciones son menos conocidas y aún hoy podrían decir algo: no hubo un decreto que obligara a las empresas públicas y privadas a satisfacer de inmediato las necesidades de la guerra; se notó la falencia de organización territorial y la carencia de infraestructura ferroviaria y vial. Otra curiosidad del informe es la importancia que le da al “relato” de la guerra en los medios, piezas clave para la “Acción Psicológica”. Hubo “ineficiente control de la información”, y un “ambiente excesivamente permisivo”, que permitió “desbordes periodísticos con efectos triunfalistas multiplicadores en el público”. Se achaca al Estado Mayor Conjunto “no agotar las medidas para investigar el comercio de información que fuera denunciado” y se señala la necesidad de investigar las posibles irregularidades relacionadas con el manejo mediático. El equipo de Rattenbach consigna que por los “criterios disímiles” de los informes de cada fuerza, no pudo saberse un dato clave: cuánto costó la guerra. ¿Hoy se sabe?

No hay comentarios: