Calima.
Dicen los expertos que es el quinto clima más habitual de Canarias. Polvo en suspensión y cielo naranja. Diría que a veces más que la vida en rosa, vemos la vida naranja. La isla naranja. Al fin y al cabo se desplaza en el mar y viaja próxima al desierto. ¿Por qué no indagar aún más en las emociones del desierto?. Vivir de cara a él como vivimos de cara al mar, en lugar de verlo como una amenaza.
El desierto como una emoción. Una calima es una premonición de desierto, de tormenta de arena o de suavidad naranja que nos precede.
Están más próximos los bereberes a Canarias que otros habitantes de allende en los mares. Dice el escritor Paul Bowles que en los pueblos del Norte de África se mira mucho el cielo. Y que no es paradójico que el origen de las principales religiones monoteístas (Islam, cristianismo y Judaísmo) se hayan forjado en el desierto. Desde aquí el cielo es siempre una tentación. Un cielo del que se desprenden también emociones. El cielo se mira casi de manera continua, la tierra se vuelve circular. Punto de partida y de fuga. En cambio, el cielo en las Islas está siempre está ahí, incluso a veces más que la tierra. Se va a la cumbre y está el asombro frente al mar de nubes. De manera natural se busca un mirador para contemplar el cielo....El cielo está de una manera estacional. Hoy mismo se distingue un cielo naranja con premonición de nubes....el cielo nos persigue casi igual o más que el mar. No sabemos si este cielo protege, azota, deslumbra o deja a la intemperie. La calima se diluirá. El cielo otra vez como amenaza, cuando en realidad, es una representación más de la multiplicidad. El cielo naranja como espejismo del ser y no ser.
Montse Fillol.
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