domingo, 6 de noviembre de 2011

DEL LIBRO EL NIÑO

Del libro autobiográfico El Niño

Así fue, que luego de completar la estrategia de ese épico viaje que duraría más de tres meses por huellas de tierra a bordo de un enorme carro tirado por cuatro caballos, un arreo de animales y toda su descendencia de la cual el mayor no superaba los 10 años, un día partieron hacia la provincia de Rio Negro, cruzando seguramente por Pomona, Rio Colorado y poblaciones intermedias, luego la provincia de Buenos Aires y desde allí a una pequeña población de La Pampa (Bernasconi) donde se establecieron definitivamente como campesinos.
El espíritu andariego de mi abuelo, prendió en mi padre que antes de cumplir la mayoría de edad, echó sobre un caballo una muda de ropa y se largó a poner camino por delante. Se empleó en las Salinas de Anzoategui (provincia de Buenos Aires) trabajando de peón hasta que un buen día subió a un tren de carga con otros trabajadores “golondrinas” (que se trasladaban de un sitio a otro) llegando a la petrolera población de Plaza Huincul.
Allí se estaban estableciendo las primeras perforaciones en busca del oro negro, y en esos momentos muchos de los operarios eran gentes venidas de diferentes partes de Argentina. La perforación de los primeros pozos sirvió de atractivo laboral, y alimentó el espíritu errante de mi padre, contribuyendo a que mi madre, lavandera de ropa de estos operarios se conocieran de la forma más romántica. Él le escribía cartas que dejaba entre la ropa sucia que llevaban para lavar y mi madre las leía a escondidas de su hermana y familia. A los dos o tres meses de comenzar ese romance epistolar, juntaron sus cuatro cosas y sus vidas, hasta que la muerte los separó.
Su nuevo destino fue el Alto Valle del Rio Negro. Una población reciente y mayoritariamente de inmigrantes españoles llamada Ingeniero Huergo. Papá se empleó como peón de albañil con Don Vicente Ferrer (Valencianos) y pronto nacieron sus primeros hijos, un par de mellizos de los cuales uno (Félix Agustín) falleció, quedando mi hermano mayor Pedro Roberto.(1938)
Nuevamente el espíritu trotamundo de mi padre lo llevó a Villa Regina, otra población distante 14 kilómetros de ingeniero Huergo donde tiró anclas y construyó una vivienda de las cuales están identificadas como “ranchos” (viviendas de barro, adobes y maderas, asentadas sobre terrenos fiscales), no tenía ningún servicio y el barrio era de lo más pobre, pero se daba el lujo de llamarse pomposamente “Barrio Buenos Aires Chico” (comparado con la capital Argentina), ese fue el refugio de mi infancia. Mi nacimiento se produce el 7 de julio del año 1940 en una vivienda transitoria de la calle Sargento Cabral, Propiedad de una familia llamada Riffo / Espina y mi padre me asienta en el Registro civil dos días después para coincidir con la fecha de la Independencia Argentina. La matrona que asistió a mi madre en el parto fue doña Amelia Riffo, ( mujer campechana y divertida) Allí en una casita tremendamente modesta y sin más auxilio que alguno de los familiares, llegué a este mundo a consumir lo que me había preparado el destino.
Recuerdo perfectamente mi vida seguramente a partir de los tres años, transcurridos desde entonces en “un ranchito Californiano, al decir de papá” construido con lo que se encontró más a mano, ramas de jarillas que abundaban por esa época a poca distancia de nuestra humilde casita, (había que cruzar las vías del ferrocarril y allí estaban) mezcladas con barro. Las paredes fueron bajas ya que el rancho estaba construido con la habilidad de los que necesitan agudizar el ingenio ante la falta de recursos económicos. Mi padre cavó unos 50 centímetros de profundidad el perímetro de lo que iba a ser la casa, primero diseñó donde iba a plantar los postes de álamo, haciendo la cumbrera y el techo antes que las paredes.
De lejos parecía mucho más baja que otras, sin embargo en invierno era cálida y en verano fresca. Dos marcos hacían de ventanucos de madera, allí estaban las únicas dos ventanitas que estaban sostenidas por recortes de cuero haciendo de bisagra en la parte de arriba. Las mantenían abiertas apuntaladas por una madera que sostenía el resto. Una ventanita auxiliar estaba recortada de forma aproximada a un rectángulo donde papá le encajó un pedazo de vidrio fijo.
El techo lo construyó con unos palos de álamos que justamente abundaban en una arboleda a unos 50 metros (pasando un canal de agua de riego), los sostuvo con maderitas de jaulas de tomate clavadas a los palos pacientemente que fue acarreando desde una fábrica de tomates no más allá de 500 metros. Como material de aislamiento utilizó una gran cantidad de carrizos que estaban allí mismo, simplemente estirando la mano. El remate del techo era el barro mismo conseguido con la tierra salitrosa del terreno y el agua del canal de riego.(todo al alcance de la mano)
Construido el que fuera mi primer hogar durante 17 años, compartimos ese calor de una familia donde el jefe era un sólido defensor de su independencia y libertad laboral. ¿Por qué?, porque salvo en su acercamiento a la jubilación nunca

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