jueves, 24 de abril de 2014

DIOS LOS CRIA,...Y EL VIENTO LOS AMONTONA

El pintor chino, el pícaro gallego y la gran estafa

Un español fue el artífice de una de las mayores tramas de falsificación de arte

Una de las salas de la galería neoyorquina Knoedler & Company, que cerró en 2011 por las demandas de coleccionistas engañados. / ROBERT HOLMES (CORBIS )
En la modesta casa de Pei-Shen Qian en Woodhaven (Queens, Nueva York) hace tiempo que no vive nadie. El pequeño garaje aparece cerrado, las persianas bajadas y el correo se acumula sin que encuentre quien lo recoja. Los periodistas han preguntado a los vecinos, pero estos no saben nada de Qian ni de su mujer. Un discreto ciudadano de origen chino que llegó a Estados Unidos en 1981 con el deseo de estudiar en la escuela de arte de Nueva York. Una cara entre otras mil.
La inesperada e indeseada fama le ha llegado por verse envuelto en un caso de falsificación de obras de arte, uno de los mayores de las últimas décadas. Todo tiene un comienzo y en este caso la historia arranca en las calles de Manhattan. Allí pintaba Pei-Shen Qian para pagarse parte de su formación y allí vendía sus cuadros. En esas aceras, a principios de los ochenta, conoció a José Carlos Bergantiños Díaz, un español nacido hace 58 años en Guitiriz (Lugo). Dicen, quienes le conocen, que este empresario es un hombre afable, con don de gentes. Y, sobre todo, amante del arte, coleccionista. Que incluso presume de haber conocido a Warhol. Cuentan, también, que se mueve con soltura en los círculos sociales.
La Fiscalía de Nueva York habla de un timo de 58 millones de euros
En la Gran Manzana domina el “quién-es-quién” en el exclusivo circuito artístico.
Pero ahora el tiempo se le ha vuelto esquivo, y la Fiscalía neoyorquina y el FBI lo sitúan como una figura central dentro de un presunto entramado de falsificación de obras de arte. Según la acusación estadounidense, yThe New York Times, Bergantiños habría contratado a comienzos de los ochenta a Pei-Shen Qian para que imitara obras de mitos del arte moderno como Franz Kline, Jackson Pollock, Lee Krasner, Willem de Kooning, Barnett Newman, Clyfford Still o Sam Francis. La estrategia no era imitar piezas conocidas sino hacerlas pasar por cuadros recién descubiertos.
Las telas fueron enajenadas durante años a través de una de las galerías más antiguas de Nueva York, Knoedler & Company. La sala cerró en 2011 por la avalancha de demandas que llegaban de coleccionistas engañados. También se colocaron telas con la intermediación del marchante independiente Julian Weismann, que niega cualquier participación en el engaño. Sin embargo, el negocio creado por la mexicana Glafira Rosales, pareja del español, con quien tiene una hija, y en el que presuntamente también participó Bergantiños, fue una máquina de generar dinero. Pei-Shen Qian pintaba unas telas por unos cientos de dólares y Rosales era capaz de darles el pase por millones. El informe de la acusación, de 42 páginas, asegura que Knoedler pagó 20,7 millones de dólares por decenas de cuadros falsos del pintor chino y los colocó a coleccionistas millonarios obteniendo 43 millones. Por su parte, Weismann adquirió piezas valoradas en 4,5 millones y las vendió por 12,5 millones. En números redondos, las galerías adjudicaron pinturas por más de 80 millones de dólares (58 millones de euros). En total, unas 60 piezas falsas, según la investigación.
El pintor chino Pei-Shen Qian, ante una de sus obras.
El trampantojo se mantuvo en pie desde los años noventa hasta 2009. En ese momento, las dudas sobre las “telas de Rosales” empezaron a surgir. Varios coleccionistas buscaron la autentificación de sus obras y no lo consiguieron. Incluso algún museo estadounidense se hizo con obras salidas de la mano de Pei-Shen Qian. Al final todo estalló.
En septiembre pasado Glafira Rosales admitió, ante un tribunal neoyorquino, tras una compleja negociación de meses, los nueve cargos de los que se le acusa, entre ellos fraude y conspiración para cometer fraude. Afronta una pena que puede llevarla 99 años a la cárcel cuando se conozca la sentencia a finales de este año. Aunque habrá negociado con la fiscalía.
¿Cómo es posible que un pintor de 73 años, sin apenas presencia en el oficio, pudiera generar imitaciones de tal calidad? Lo cierto es que Pei-Shen Qian tiene su trayectoria (pequeña) en el circuito artístico de Estados Unidos. En los años ochenta tuvo varias exposiciones en la costa oeste. El año pasado exponía en una galería en Shanghai. Sus cuadros originales nada tienen que ver con los maestros a los que copia, y parece complicado imaginar que pudiera crear telas que han engañado durante años. Pero así ha sido. Además de tener buena mano para imitar a Pollock o De Kooning, el sistema que empleaba pasaba por utilizar telas antiguas en mercados callejeros o subastas y utilizar pinturas antiguas. De estas compras, según la fiscalía, se ocupaba José Carlos Bergantiños Díaz. Y si había que darle un aspecto, incluso, más viejo, se utilizaba el calor de un secador de pelo o bolsas de té.

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