El pizzero de Chicago
Gordas, crujientes y sabrosas, las mejores pizzas de la ciudad estadounidense
Si no llama, tendrá que esperar. Si llama, tenga claro lo que quiere pedir. Y cuando llegue, tras media hora en tren desde el centro de Chicago, disfrute. Disfrute de las mejores pizzas de Chicago, eso dicen algunos expertos, las pizzas de Burt Katz. Su local, en Morton Grove (Chicago), con menos de diez mesas, es una pequeña cueva acogedora repleta de recuerdos de un hombre que ha dedicado su vida a las pizzas, más de medio siglo. ¿Por qué sus pizzas son tan buenas? Burt sale de su menuda y oscura cocina para contestar. Antes advierte de que solo tiene cinco minutos. Después debe seguir con sus encargos. Se toca su larga barba blanca, se coloca bien el delantal y contesta: "Los ingredientes son frescos. Voy cada día al mercado. En otros lugares no hay equilibrio entre los ingredientes; en mis pizzas, sí".
Gordas, crujientes y sabrosas. En la carta, pizzas de ajo fresco, de champiñones, de pimientos, de aceitunas negras, de cebolla, de queso… de todos los tamaños, incluido el XXL. En las paredes, todo tipo de objetos, desde una colección de teléfonos hasta un coche, o una navaja suiza gigante y una marioneta. Un cartel enorme advierte antes de cruzar el umbral de la cocina: Gran Hermano te está mirando.
BURT´S PLACE
- Dirección: 8541 Feris Avenue.. Morton Grove. Chicago.
- Teléfono: (+1) 847 965 79 97.
- Abre: De jueves a domingo solo por la noche.
Burt ha pasado unos meses duros. Estuvo ingresado en el hospital y ahora quiere tomarse las cosas con un poco más de calma; quizá sólo abra por las noches. Quiere mantener su negocio tal y como está y como ha estado siempre, pese a que las ofertas para crecer no le han faltado a lo largo de estos años: "Me gusta mi pequeño restaurante. Yo solo puedo estar en un lugar a la vez. No me gustan las franquicias y odio que la gente espere. Ellos esperan y los niños empiezan a subirse por las paredes. Aquí, las familias saben que no tendrán que aguardar por la comida". Él tarda un minuto y medio en preparar la pizza y 20 en hornearla. Pero no le cuenta a nadie su secreto, si es que lo hay.
Este pizzero —su local se recomienda en la Guía Michelin— confiesa que no sabe qué pasará con su negocio en el futuro, y está convencido de que "si lo lleva otra persona será peor". Sus hijos tienen otras profesiones. De momento, disfruta de su día a día, de una vida que ha exprimido a fondo. Recuerda sus viajes por la India y reparte entre sus clientes las postales que se ha hecho con su Harley. No conoce grandes chefs, dice que Ferran Adrià no le suena. Aunque por su local ha pasado gente muy conocida. En una esquina, una placa dorada señala quién se sentó en esa mesa: Anthony Bourdain, chef y presentador del programa culinario Sin reservas.Burt confiesa que no necesita nada más que pizzas, plato que nunca come en su restaurante, pero sí se las cocina en casa, “una contradicción”, sonríe. Y repite en varias ocasiones: “Quiero seguir siendo pequeño y dedicarme a mi cliente”.
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Condenado el exconsejero Ausàs a cuatro años de cárcel por contrabando de tabaco
El exresponsable de Gobernación fue grabado cargando tabaco para llevarlo a Barcelona
EP Lleida 19 JUN 2014 - 15:36 CET35
Jordi Ausàs, consejero de Gobernación de la Generalitat durante el tripartito de izquierdas, acabará en la cárcel si instancias superiores no revocan la sentencia de la Audiencia de Lleida que lo condenó ayer a cuatro años de prisión. Tres años y nueve meses por un delito continuado de contrabando de tabaco, y otros tres meses por pertenencia a grupo criminal. Además, deberá pagar una multa de 195.000 euros. El fiscal había solicitado para él una pena de más de seis años.
De los otros 12 acusados, siete han sido condenados por los mismos delitos y el resto, absueltos, incluida la esposa de Ausàs. La mayor pena —cinco años de cárcel— ha recaído sobre el coordinador del grupo, Ramón V., y sobre Julián G., brigada de la Guardia Civil y segundo en el mando en la aduana de La Farga de Moles. El guardia se encargaba de transportar el tabaco desde Andorra a sabiendas de que nadie le pararía ni registraría su vehículo.
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