jueves, 1 de diciembre de 2011

APRENDER DE LA VIDA

APRENDER DE LA NATURALEZA
Vivir en el viejo barrio Buenos Aires Chico (Don Bosco) no significó que la pobreza repartida entre familias y piberío  haya mermado la capacidad de aprendizaje. Creo haber comentado que todo lo que necesitábamos para ser felices estaba al alcance de la mano. La sierra(bardas), el rio salado, el basurero de Fioravanti o la bodega de Picotti, esos sitios eran el reciclaje de materiales, pero había cosas que no necesitaba materiales por ser aprendizaje de supervivencia. Si para hacer un cochecito teníamos las ruedas en los tapones de bordelesas, y el resto en el basurero, había que agudizar la imaginación para descubrir otras cosas. Me he pasado horas mirando panza abajo cuales eran los hábitos de los cuises, esos pequeños animalitos que moraban en cuevas escondidas dentro de una jarilla o una mata negra. Les encantaba tomar sol en la puerta de su casita y al menor ruido salían echando leche para su refugio.  Pescaba ranas en el viejo canal que pasaba frente a casa en unos matorrales de juncos, allí se reproducían y yo las pescaba con una vara de álamo, un hilo y en la punta del hilo y un pedacito de carne o grasa. La rana veía aquello y se volvia loca, saltando hasta que lo tragaba, entonces yo tiraba para afuera y salía detrás de la rana hasta que la metía en una bolsita. Las monedas que me daban le hacían mucho bien a mi escuálido bolsillo. Esas cosas de la naturaleza nos fue dando autenticidad ante los aprendizajes de la escuela. Tirarse en el suelo y mirar las nubes que nos muestran figuras caprichosas es un excelente estimulante para la imaginación y buscar telas de araña en las paredes, tocarlas suavemente con una ramita y menearla un poco, hace que inmediatamente aparezca la araña pensando que tiene una víctima. ¡Cuántas cosas se aprenden!, lástima que la vida pasa tan a prisa que muy pocas veces podemos utilizar nuestros descubrimientos más de unas pocas veces 

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