Una banda de ultras secuestraba, descuartizaba y cocía a sus víctimas
El cabecilla de la trama acaba de ser absuelto de dejar en coma a un preso
Óscar del Pino jugaba a la Play Station en una celda de la cárcel de Aranjuez con otros presos después de la cena. O eso dijo él. A esa misma hora, a Antonio Vicente Mateos, que había salido ese día del módulo de aislamiento lo rodearon en el rellano de unas escaleras de la prisión donde no hay cámaras y le dieron una paliza mortal que le dejó en coma de por vida. Era 12 de junio de 2008. «Cada vez que entran violadores a ese módulo se les da unas hostias», admitieron sin ruborizarse cuatro internos en marzo ante la Audiencia de Madrid que acaba de absolver a Del Pino y a los otros acusados por falta de pruebas. Antonio Vicente Mateos murió en 2014 sin haber recuperado jamás la consciencia (le reventaron la cabeza y le arrancaron una oreja). No era ningún violador. Estaba en situación preventiva por saltarse una orden de alejamiento de su mujer y su hija y cumplía varias condenas por delitos contra el patrimonio. No era un santo pero lo apalearon sin piedad por un rumor taleguero.
Los ocho años que han transcurrido -desde que Del Pino aseguró que jugaba a la videoconsola mientras mataban en vida a otro preso hasta ahora- han engordado su historial delictivo y lo han llenado de sangre. Cuando declaró el pasado marzo, lo trajeron en un furgón de traslados desde la cárcel. La Guardia Civil lo había detenido poco antes junto a otras nueve personas por el secuestro y asesinato del empresario José Luis Vázquez Escarpa, de 50 años. Los agentes de la UCO tuvieron que acelerar los arrestos tras descubrir que habían planeado secuestrar y descuartizar a otro empresario de Madrid al que ya seguían y controlaban.
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