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El 'topless' no interesa a Río de Janeiro
La convocatoria al 'toplessaço' no es más que una llamada de atención y el punto de partida de una batalla que prometer dar que hablar durante este verano
FRANCHO BARÓN Rio de Janeiro 21 DIC 2013 - 21:10 CET
Río de Janeiro, la misma ciudad que puso de moda el hilo dental (el microtanga) y por cuyo Sambódromo mujeres de belleza deslumbrante desfilan integralmente desnudas (tan solo con pintura corporal) ante las televisiones de medio planeta, ha dejado claro que aun no está preparada para asumir con naturalidad la práctica del topless (no usar la parte superior del bikini) en sus playas.
El “toplessaço” convocado a través de las redes sociales por un colectivo de mujeres para reivindicar su derecho a mostrar los senos en la playa y para el que confirmaron su presencia alrededor de 4.000 personas, acabó convirtiéndose en un circo grotesco en el que algo más de una decena de manifestantes tuvieron que soportar el asedio de las cámaras y los curiosos.
Mientras los medios de comunicación presentes superaban la centena, las mujeres que secundaron el desnudo colectivo no llegaron a la veintena. En ningún momento se mantuvieron agrupadas en la reivindicación ni se quitaron la parte superior del bikini simultáneamente para darle más visibilidad al acto de protesta. La convocatoria estuvo marcada, sobre todo, por el desorden y la falta de unidad. Lo que sí se vivió en el denominado Posto 9 de la playa de Ipanema fueron momentos de tensión por la presencia de curiosos que profirieron insultos y provocaciones a las manifestantes.
La falta de asistencia, según la participante Ana Paula Nogueira, se debió al mal tiempo y la “reacción negativa, incluso agresiva, de muchas personas en Facebook. Esto ha intimidado a mucha gente que pretendía asistir”. “El topless no es una provocación ni una forma de crear polémica. Es simplemente una forma de vivir tu cuerpo con absoluta libertad, de mandar en tu cuerpo. Las mujeres necesitamos mandar más en nuestros cuerpos”, reivindica Natalia, de 31 años, ante un enjambre de cámaras. Visiblemente contrariada, Julia explica que el colectivo está “proponiendo un cambio de visión y de pensamiento, y en vez de abrazar la causa la gente está cegada por la misma idea de los pechos. No es respetuoso ni solidario”. Por su parte, la bañista Luiza Wellmann opina que “el seno es algo muy puro, muy maternal. Exponerlo en la playa de esa manera me parece mal. No me gusta”.
La policía de Río de Janeiro no permite la práctica del topless en la playa amparándose en el artículo 233 del Código Penal, que castiga el “acto obsceno en lugar público, o abierto o expuesto al público”. La pena prevista para este delito va de los tres meses hasta un año de cárcel o multa. En las mundialmente conocidas playas de Río se han dado numerosos casos en los últimos años en que mujeres que se han atrevido a mostrar los pechos públicamente han acabado en la comisaría.
“No tiene nada que ver con la ley. Es una cuestión de la gestión moral de un espacio considerado muy democrático por el discurso que se construyó sobre la playa. Si profundizamos un poco veremos que no es así, y si recurrimos a la historia concluiremos que la playa en esta ciudad es desde el inicio del siglo pasado un lugar elitista, discriminatorio y donde se controla moralmente el espacio”, opina la antropóloga Julia O´Donnell, autora del libro “La invención de Copacabana”.
Este “toplessaço”, según varios participantes del acto, no es más que una llamada de atención y el punto de partida de una batalla que prometer dar que hablar en Río durante este verano. Por este motivo se ha celebrado el primer día de la nueva temporada estival carioca.
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