¿Podríamos abrir nuestro blog con imagen más tentadora que la de esta pierna flexionada que deja intuir regiones y roces? Cómplices, pícaras. Piernas. Las chicas sabemos frotarnos las piernas en situaciones sociales formales, con disimulo; con los muslos en tensión podemos acariciarnos por debajo de la falda. Sonreímos: ya no nos regañarán como a las niñas a las que les corrigen el tic todo el tiempo, para que no sean "impúdicas".
A veces nos ponemos medias con ligueros y sentimos cómo se cuela el aire fresco en el último tramo de las piernas y su recorrido final. Qué placer. Eso, sin siquiera rozarse con alguien. Ni hablar del goce infinito de hacer el amor con las medias puestas, con las ligas apretando los muslos y de ahí hacia arriba, el contraste de la libertad.
Empezamos por las piernas y acabamos en las piernas. ¿Qué hay de las posturas eróticas en que las piernas son las protagonistas?
Sus piernas, mis piernas. Tocarlas por debajo de la mesa, distraídamente, sin querer o queriendo; en cualquier caso, detenerse. Chocar rodillas y quedarse o estirar los tobillos -frotar ligeramente tobillo contra tobillo-.
Cristopher Robbins (Getty).
También sueles tocarle la pierna, suave, mientras conduce, por ejemplo, y subes por el borde interior de los muslos... O, ya entrada la noche y los bares, en un buen largo beso, él se atreve a deslizarse con mano erecta por dentro de tu falda, haciendo de cada centímetro de tu pierna una travesía inmensa para tus urgencias, pero necesaria.
Comenzamos en piernas y terminamos en piernas cuando, después deorgasmados, ambos boca arriba, dejamos la mano en su pierna y él en la nuestra. O simplemente nos hace un mimo final, postclimático, con dedos cariñosos sobre nuestras piernas que vuelven a erizarse.
Hoy no vamos a abundar en teorías algo
demodées acerca de orgasmos clitoridianos y vaginales, pero sí sobre posturas, sobre las que nos gustan a las mujeres. A propósito, interesantísimo el libro
¿Qué quieren las mujeres? de
Daniel Bergner, sobre las últimas revelaciones científicas en torno al deseo femenino (volveremos a él en futuros
posts). Bergner reseña un estudio de
Komisaruk y Whipple que sostiene que el origen principal del orgasmo femenino es la "capa exterior acolchada de la uretra" y que han comprobado empíricamente cómo
algunas mujeres pueden alcanzar el orgasmo sin tocarse, simplemente
pensando en su amante o
escuchando música. Dicen los investigadores que para estimular el llamado
punto G durante el coito vaginal, una de las mejores posiciones es con la
mujer encima.
Claro, nosotras arriba: eso es lo que preferimos para nuestro placer, pero también gozamos con el disfrute de nuestro compañero cuando adoptamos posiciones de 'receptividad', una 'pasividad' que suele seguir a la seducción y los juegos previos, en los que las hembras de todas las especies toman la iniciativa y son muy activas (como lo confirman los estudios que cita Bergner en su libro).
Entre las
posiciones de receptividad, hay una en que
las piernas son protagonistas absolutas y es la que suelen describir como 'profunda' -o su variante, la 'mariposa'- cuando, boca arriba, apoyamos
nuestras piernas en sus hombros y, así, vemos al
partenaire en un plano
contrapicado, en todo su esplendor erótico (
Daniela Guglielmetti no podría haberlo plasmado mejor en la ilustración de apertura del
post). Y sabes que a tu compañero le encanta porque
te siente profundamente, que goza de un ángulo de abordaje perfecto para sentirse libre y poderoso, y entonces
te besa el tobillo, que ha quedado pegado a sus labios.
'Tornillo' le llaman a una variante de legs-on-shoulders, y desde esta misma posición, él flexiona tus piernas y sin dejar de penetrarte las coloca juntas, ambas a un lado y el ángulo de abordaje sigue siendo perfecto y puedes seguir mirándolo, y mirándote.
Volvemos a ser proactivas: montamos su pierna, la humedecemos. O lo dejamos dormir entre las nuestras, como cantan Gustavo Cerati y Andrea Echeverri (acompaño estas líneas con una de las canciones más sexies de las que he disfrutado nunca).
El argentino Gustavo Cerati, líder de Soda Stereo, y la colombiana Andrea Echeverri -Aterciopelados- encuentran 'entre tus piernas' el refugio en la 'Ciudad de la furia' (versión 'unplugged' de 1996). Una de las canciones más sexies de los últimos 80 o primeros 90. Y Andrea es toda piernas en tensión.
Por cierto, el tercer libro de
la serie de Dian Hanson para Taschen sobre las partes eróticas del cuerpo es un interesante recorrido por
las piernas como icono de la liberación femenina, desde la Revolución Francesa a los 60, pasando por los primeros
shows de cabaret del siglo XIX, la minifalda y las medias de seda de los 20 o los tacones de aguja (Venus habló, hace unas semanas, del
fetichismo de los tacones).
Pero hoy aquí solo queríamos rendir un
tributo a las piernas y explayarnos en sus virtudes estéticas y funcionales. No queremos hablar de besar zapatos de charol ni de cómo erotizarse con los espacios entre los deditos de los pies, ni de piernas a rodajas (aquí comentamos aquella
bárbara moda adolescente de intentar hacerse un hueco entre los muslos con cirugía), queremos hablar de piernas desnudas,
las suyas y las nuestras. Las tuyas y las mías, mojadas.