domingo, 24 de marzo de 2019

El camino correcto y la dirección contraria

No importa debatir el papel de Messi, hay que pensar en una Argentina aguerrida en lo táctico y definitiva en las individualidades

Messi, tras la derrota ante Venezuela.
Messi, tras la derrota ante Venezuela.  REUTERS
Si mi sombra fuese tu sombra, estaría pensando con tranquilidad en la selección argentina de fútbol porque el problema no es Messi. En la cancha juegan once contra once. Leo ofrece garantías en uno de los once puestos, como diez puro para habilitar jugadas de contraataque o, si tiene con quién, la creación del juego.
No hay mucho más que explicar, no importa debatir el papel de Messi, hay que pensar en una selección aguerrida en lo táctico y definitiva en las individualidades. El carácter del fútbol del país. Hay que tener un equipo para creer y querer, un once; Messi puede ser el número doce, siempre va a estar para hacer bien lo que sabe. Pero enloquecer al país, y al mundo, en una discusión acalorada por el destino de un jugador, aunque sea un virtuoso contrastado, no es fútbol: es comunicación inflamada, infectada. En pocas palabras, un seleccionado de fútbol, no un contrato con las indumentarias deportivas.
Uno de los problemas del fútbol es el de los talentos que van al mundo buscando contratos importantes y el escaparate mundial: eso es funcional a la publicidad de bebidas, calzado, hojas de afeitar y para la circulación de fútbol por televisión para todo el mundo; pero sigue siendo un problema del fútbol. Insistir con el mismo problema, esperando que se resuelva milagrosamente (o gracias a los milagros de alguien) no es un método que responda a nada intrínseco del fútbol, nada puro. No es un método. Son cuestiones comerciales y federativas.

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