jueves, 25 de enero de 2018

La mina de carbón de los 9.000 muertos que se sigue cobrando vidas

Un minero clandestino con un saco de carbón que ha extraído de un pozo. TAREK ANANOU
A medida que uno se va acercando a la parte trasera de la impresionante montaña de desechos de carbón de Yerada, al noreste de Marruecos, cerca de la frontera con Argelia, el lema del reino que está dibujado bajo el cerro se hace cada vez más grande: Dios, Patria, Rey. Un veterano minero que ha calentado los baños árabes del país durante dos décadas señala el cementerio como el punto de partida de este viaje subterráneo, de pobreza y abandono. «Hay centenares de tumbas de mineros y de gente que ha muerto por la silicosis, al respirar durante años las partículas de carbón que están en el aire», dice este hombre, que se llama Abdel.
Habla un poco de castellano porque la primera vez que escuchó mencionar la «maldición del carbón» se encontraba trabajando en una mina leonesa. «Cuando llegué al norte de España apenas tenía 20 años y mis compañeros me repitieron varias veces aquello de que un minero nunca sabe si va a volver a casa. Yo respondí que en la ciudad de Marruecos donde nací, en Yerada, llevaba desde niño recogiendo carbón y que ya había enterrado a nueve primos que habían muerto atrapados en las minas», recuerda Abdel.
Ésta es la historia de los que viven y mueren en la gran mina abandonada. Una cuenca de carbón que se cerró oficialmente hace 20 años porque dejó de ser rentable para las empresas, pero en la que durante este tiempo más de 2.000 vecinos de Yerada han seguido explotando clandestinamente los centenares de pozos abiertos como su único recurso para poder comer todos los días. Una parte de ese carbón acaba, entre otros sitios, en los baños árabes (hammam) del norte de Marruecos. «También hay muchos menores trabajando, niños de 14 y 15 años, hijos de los hombres que emigraron cuando la mina cerró y a los que ahora no les queda otra que meterse en los pozos ilegalmente para mantener a sus familias», explica otro minero llamado Mourad.

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