Personalismos: una horrible manía política
Ya es el colmo. Que Perón haya instalado el peronismo tiene que ver con el peso específico de su figura y su rol fundamental en la política argentina, tiene lógica y hasta razón de ser. Pero en nuestro país cualquier politicastro de turno que junte un puñado de miles de votos o varios puñados, da lo mismo, enseguida se empeña en ponerle su nombre al movimiento que representa. Surgen así el menemismo, el delarruismo, el kirchnerismo, el cristinismo, el macrismo, el massismo y las últimas adquisiciones que enorgullecen a unos pocos: el randazzismo y el larretismo.
La verdad, da risa ver el intento de pasar a la historia con una etiqueta que seguramente no resistirá unos pocos años. Imaginemos por un momento que este vicio ridículo de personificar los movimientos se traslade a otros ámbitos y así tendríamos que oír y leer cosas tales como: el gallardismo, el schelottismo, el sampaolismo y el messismo y en el mundo del fútbol. Del espectáculo nos caerían el tinellismo, el suarismo, el legrandismo, el gimenismo, el casanismo y el darinismo. Como se ve, una cantidad de gentilicios neologistas sin sentido y que le dan al personaje un costado ridículo que no paga con el ego agrandado de ver parte de su nombre en pancartas, banderas, gorras y vinchas.
V. CORDERO
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