Los padres de Infancia Libre falsamente inculpados por sus parejas: "Te acusan de abusar de tu propio hijo y te vuelves loco"
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¿Seguro que los chicos no lloran, como cantaba Miguel Bosé? Pues he aquí cuatro padres que sí han llorado. «A mares», y hoy de alegría.
Mauro G. no podía ver a su hija, porque su madre se la había llevado. Pero al menos tenía su bicicleta. Y la tenía contra la opinión de su propia familia: «Me decían: 'Joder, Mauro, deja ya la bicicleta, tírala, que te va a matar, hombre. ¿No lo ves?'».
Pero Mauro, que «ni podía ver fotos de mi niña por casa, me moría de pena», no soltaba la bici.
«Cualquier cosa de ella me hacía un daño que no podía soportarlo. ¡Hasta le daba la vuelta en casa a sus fotos! Pero la bici no, porque en una entrevista con psicólogos, antes de desaparecer, mi niña había dicho algo así como: 'Yo quiero a mi papá porque tiene mi bicicleta'. Se me quedó en la cabeza».
Primero temes que tu hijo te vea como un monstruo. Luego, que se olvide de ti
Así que Mauro G. estuvo bajando durante tres años en fines de semana alternos de Madrid a Granada, al punto de encuentro, para ver a su hija aun a sabiendas de que la madre nunca la llevaría -«porque mi abogado me decía que tenía que cumplir a rajatabla»-. Y, de vez en cuando, metía la bici en el maletero. «Por si de pronto la cría aparecía».
Jamás sucedió, hasta que la Unidad Adscrita de la Policía a los Juzgados de Plaza de Castilla le devolvió a su hija y consiguió la imputación de su ex, vicepresidenta de Infancia Libre. Cinco años llevaba Mauro sin ver a su niña.
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