El fenómeno del Club de Osos de Buenos Aires: un espacio gay con 30 años de historia
La pequeña puerta de Humberto Primo 1662 esconde todo un universo. Allí dentro, en el corazón de San Cristóbal, se reúnen diariamente decenas de personas con afinidades comunes. Se trata de un grupo variopinto, alegre, bullicioso, vinculado por la identidad gay y por algunos rasgos característicos que apartan a sus miembros del cliché prejuicioso y estereotipado. Desde el fondo llegan risotadas. Se escuchan aplausos y conversaciones en voz alta. Así son ellos. Ajenos al deber ser. Se dejan llevar por la ebullición. Y si en la calle impactan por su robusta presencia casi intimidatoria, aquí dentro son tan solo grandotes en plan de diversión casi en código naif.
"Somos los diferentes dentro de los diferentes". Franco Pastura arranca sin eufemismos para ubicar en el mapeo del colectivo LGBT, lesbianas, gays, bisexuales y trans, a aquellos gays que no cuadran con el estereotipo y que se denominan, y autodenominan, osos. A los 56 años, este hombre voluminoso de vocaciones simultáneas, periodista, docente y escritor, se enorgullece con el cargo de vocal que ejerce dentro de la comisión directiva en ejercicio del Club de Osos de Buenos Aires, la institución que los vincula.
Por su parte, Juan Bautista Cabral, a sus 43 años, es el presidente de esta Asociación Civil sin fines de lucro. Experto en informática, desarrolla sus actividades en una empresa multinacional en la zona de Retiro, no duda en reconocer que "no teníamos un espacio que nos representara dentro de la comunidad LGBT, ni lugares donde nos sintiéramos identificados". Al igual que Franco, Juan es un hombre corpulento, de contextura maciza, barba tupida, pelo en pecho y una manera tosca de caminar.
En los osos, una masa corporal de proporciones y el vello cubriendo buena parte del cuerpo se convierten en sinónimos de virilidad absoluta. Eso es, en parte, lo que define a los osos, aunque ya ese paradigma resulta un tanto obsoleto e incompleto debido a la apertura de variables dentro de la propia categorización. Hasta hace un tiempo se hablaba de diversos tipos de osos. Desde los paternales daddies hasta los big bears de más de 120 kilos. Incluso, aún está vigente la tipificación impuesta por Bob Donahue y Jeff Stoner, quienes crearon en Colorado, durante el fin de semana de Acción de Gracias de 1989, el irradiado Sistema Natural de Clasificación de Osos (The Natural Bears Classification System, NBCS), que incluye categorías tales como: Oso pardo, Cachorro, Papá oso, CuerOso, ElectrOso, y Nutria, por citar solo algunas. Los osos propiamente dicho ya no están tan pendientes sobre su ubicación dentro de la lógica de Donahue y Stoner. Aunque muchos juguetean con ella y disfrutan de encontrarse dentro de ese esquema. Hoy, se tiende a esfumar esa clasificación. En el Club de Osos de Buenos Aires, las puertas están abiertas para todos: gays y no gays; hombres y mujeres; chicas trans. Y, desde ya, son muy bienvenidos los denominados "cazadores", esos caballeros de cuerpo estilizado que, según el argot osuno, gustan de los corpulentos. El club tiene como dinámica la inclusión.
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