sábado, 7 de septiembre de 2013

EL CHAVO DEL OCHO

La penúltima astucia de El Chavo del Ocho

Roberto Gómez Bolaños, el 'Chapulín colorado', sigue “vivo y coleando”.

El icono del entretenimiento latinoamericano ha escrito sus memorias con una botella de oxígeno, pero hoy respira a través de cinco millones de seguidores en Twitter.

Gómez Bolaños, de 84 años, en su reciente homenaje en México. / EDGAR GARRIDO (CORDON)
Siempre que alguien se interesa por saber cómo está, Roberto Gómez Bolaños —ChespiritoEl ChavoEl Chapulín Colorado— contesta sin rodeos: “Muy bien, muy guapo”. Tiene 84 años, dificultades para caminar, unos kilos de más, un audífono “para escuchar un poco” y mucho sentido del humor. Cuando el médico le dijo que la altura y la contaminación de la Ciudad de México no eran precisamente “lo mejor” para el enfisema pulmonar que padece (“por tantos años de fumar”), él y su inseparable mujer —doña Florinda— se fueron a vivir a Cancún. Ahí, a nivel del mar, en una casa que da a un lago, el icono del entretenimiento latinoamericano pasa los días sobrellevando sus achaques, recibiendo la visita de sus seis hijos y sus 12 nietos y reflexionando sobre el fútbol y la risa.
Gómez Bolaños era un estudiante de ingeniería de 22 años cuando abrió el periódico, se fijó en un anuncio y su vida cambió. Eran los años cincuenta del siglo pasado, en México la industria del entretenimiento se había consolidado gracias a la llegada de la televisión y las agencias de publicidad no paraban de solicitar creativos. A él le encantaban las matemáticas y quería diseñar y fabricar juguetes, pero sus notas en la Universidad eran “menos que regulares”. Por eso se atrevió a probar suerte escribiendo anuncios. Enseguida su jefe se dio cuenta de que el aprendiz escribía con cierto sentido del humor y le encargó algunos guiones para radio y televisión. El director cinematográfico Agustín P. Delgado estaba deslumbrado por el talento del guionista de baja estatura y empezó a llamarlo “Shakespearito”, diminutivo del gran autor inglés cuya pronunciación después castellanizó como "Chespirito" y se convertiría en su eterno mote.
Me opuse a asumir el riesgo de que mis personajes dieran lástima
Pero todo ocurrió “sin querer queriendo”. Chespirito empezó a interpretar pequeños papeles en la televisión y el cine más por cubrir las ausencias de algunos actores que por iniciativa propia. Pero esto no lo alejó de la escritura de guiones y de la creación de nuevos personajes. Poco después de formar el cuadro de actores que lo acompañaría durante décadas, se le ocurrió un héroe “más real”, uno que no negara que tenía miedo, pero que al mismo tiempo fuera capaz de superarlo: El Chapulín Colorado. El éxito fue inmediato (“¡No contaban con mi astucia!”), pero otro personaje lo superaría: El Chavo.
Gómez Bolaños había visto en la playa de Acapulco a un niño lustrabotas, de unos ocho años y vestimenta sucia y remendada, que cuando ganaba unas monedas corría a comprar un bocadillo de jamón. Escribió un sketch basado en esa imagen y lo guardó en un cajón porque no estaba seguro de que tuviera éxito. Poco tiempo después, ante la necesidad de ofrecer algo nuevo al público, lo “desempolvó”, lo situó en un escenario concreto (el patio de una vecindad) y le agregó algunos interlocutores: La Chilindrina, Quico, Doña Florinda, Don Ramón, el profesor Jirafales y La Bruja del 71.
Arriba, caracterizado como el mítico El Chavo del Ocho. / EDGAR GARRIDO (CORDON)
Pronto Televisa se dio cuenta de que la historia del niño del barril no solo podría ocurrir en México, sino también en las favelas de Río de Janeiro, en las barriadas de Lima o en las villas miseria de Buenos Aires, y lo vendió a los principales canales de televisión de América Latina. Después se dobló a 50 idiomas y todavía hoy las repeticiones siguen emitiéndose en una veintena de países. Ante la popularidad internacional, las giras del elenco se hicieron necesarias y lo que ocurría en cada país al que llegaban era sorprendente. En 1977, por ejemplo, los chilenos los recibieron formando una valla de 17 kilómetros ininterrumpidos, desde el aeropuerto hasta el hotel donde se hospedarían. A principios de los noventa, cuando en Colombia quisieron quitar el programa, mucha gente salió a las calles con un televisor dentro de un ataúd. Sin El Chavo en la pantalla, la televisión había muerto.
Hoy, Roberto Gómez Bolaños se queja por ya no poder ir al cine ni al teatro.
El Chavo dejó de grabarse en 1995,25 años después de haberse emitido por primera vez. “Me opuse a correr el riesgo de que El Chapulín y El Chavo llegaran a dar lástima; que llegaran a exhibir los residuos en que se van convirtiendo inexorablemente todos los seres humanos”, señala en sus recién publicadas memorias (Sin querer queriendo, Aguilar). Había comenzado a interpretar a El Chavo a los 42 años y dejó de hacerlo a los 66.

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