domingo, 10 de octubre de 2021

 CHARLAS CON DEL BOSQUE | DIEGO PABLO SIMEONE

Simeone: “Puedo ser mal entrenador, pero tonto no soy”

Vicente del Bosque conversa con el entrenador del Atlético de Madrid, todo un referente en la historia del club colchonero y del fútbol español, donde se ha asentado como el técnico más emblemático y de mayor continuidad

FOTO: LUIS SEVILLANO / VÍDEO: JAIME CASAL, LUIS ALMODÓVAR (LUIS SEVILLANO)
Madrid - 

Diego Pablo Simeone (Buenos Aires, 51 años) recibe a Vicente del Bosque en la Ciudad Deportiva del Atlético de Madrid en el Cerro del Espino, en Majadahonda, con su traje de los partidos. Negro impoluto. Un estrechón de manos con un “usted” por el camino que Vicente convierte en un tuteo inmediato. “Solo nos llevamos 20 años”. Risas. El Cholo aventura una conversación futbolera y quiere meterse en el partido lo antes posible.

Vicente del Bosque. Queríamos mantener esta conversación como reconocimiento al título de Liga del Atlético y como reconocimiento a tu impresionante recorrido como técnico. Siempre he pensado que nosotros somos dos privilegiados que hemos podido dedicar toda nuestra vida a nuestro juego favorito de niños. Yo vine con 17 años a Madrid; tú debutas en Primera, en Vélez, con esa edad.

Diego Pablo Simeone. Soy un agradecido a la pelota. Mi padre y yo, desde hace años, en Navidad la ponemos en el arbolito, agradeciéndole año tras año todo lo que nos permitió lograr y pidiendo que podamos seguir viviendo de ello. Me gusta lo que hago. Soy un apasionado de poder encontrarme con dificultades. La vida es así y el fútbol es el reflejo donde puedo convivir y transitar. Me gusta transmitir y cuando veo dificultades me pongo mejor.

D. B. En casa tenías un ambiente familiar futbolero.

S. Superfutbolero. Mi padre ahora está grande. Tiene 77 años, pero jugó hasta los 73-74, ya más lento, obviamente. Después hizo de entrenador de sus amigos y hoy es mi mayor crítico. El 95% de las conversaciones son sobre fútbol. Nos acerca.

D. B. Y se lo has traspasado a tus hijos desde el ejemplo.

S. Cada uno tiene su personalidad. Los tres son fantásticos chicos. Muy nobles. Los que han trabajado con ellos lo primero que me hablan es de ellos como persona y eso me llena de orgullo. Trato de decirles que no hagan lo que no les gustaría que les hicieran y vivan la vida transparentemente. Que sean ellos. En realidad, nosotros, como entrenadores no somos padres para los futbolistas, pero sí conductores. No valen las palabras. Valen poco. Se las lleva el viento. Lo que quedan son los gestos, las miradas, las formas y, sobre todo, los actos. No hay mejor manera de demostrar afecto o enojo.

D. B. Tienes una relación familiar muy curiosa. A tu padre no le llamas Carlos o Papá, le llamas Simeone y a tu madre, Nélida, le llamas González. Tienes a los tres chicos futbolistas y encima tu hermana, Natalia, te representa.

S. Sí, así es. ‘Hola Simeone, ¿cómo estás, todo bien?’. Y a mi madre siempre González, bien española. Los chavales recorriendo su camino; mi hermana con la seguridad familiar, para cuidar la espalda. Y luego las dos niñas muy chiquitas son la energía renovada para esta edad que tenemos.

D. B. Además de todo el recorrido que tenías de antes, estos últimos 11 años en el Atlético te han marcado de por vida. ¿Qué es el Atleti para Simeone?

S. Cuento desde que llegué al Atlético como jugador. Venía de Sevilla habiendo vivido unos buenos momentos. Y aquí, de la nada, la gente me comenzó a querer sin que yo le hubiera dado nada. Mi primera temporada fue irregular, como la del equipo o el club, que venía de un momento de dificultad. Nos salvamos del descenso allí en Sevilla. A partir de la segunda temporada formamos un gran grupo y logramos aquel doblete. Después jugaba en el Inter, en la Lazio y cada vez que volvía a España, escuchaba a la gente que decía ‘ahí va el Cholo, el del Atlético’. La gente me asociaba al Atleti.

D. B. Personalmente me disgusta mucho cuando veo a un jugador que le sustituyen y demuestra que está cabreado, tira la botella al suelo… ¿Cómo llevas eso?

S. Eso es porque vivimos en un espacio que copiamos continuamente. Copiamos lo que hace el otro. Si veo en televisión que uno se enoja, ¿por qué no me voy a enojar yo? Siempre les digo a los jugadores que a mí no me faltan al respeto. Se lo faltan al compañero que entra. Cuando me preguntan los periodistas, yo les digo que le pregunten al jugador. Lo mismo salió enojado porque estaba jugando mal… Hay varias formas de salir enojado del campo. Una, ‘yo quería hacer más, me sacó antes de tiempo’, y otra ‘es un cabrón porque me sacó’.

D. B. Muchas veces el silencio del entrenador es lo mejor, pero hay otras en las que hay que decir las cosas.

S. Me pasó una experiencia en el Estudiantes. Tenía algo que decirle a un jugador importante. Y en la semana fui esperando. Hablo mañana, hablo pasado… y hablé el viernes. No vas a jugar mañana, le dije. Él ya lo intuía. Y el chico me dijo: ‘Habérmelo dicho el martes. Vienes a hablar ahora que ya lo tienes decidido’. Y le dije que gracias. A partir de ahí entendí que cada vez que tienes algo que decir al jugador, hay que decírselo porque el tiempo nunca va a ser el mismo.

D. B. ¿Cuándo estás con los jugadores sientes que ellos te creen, que influyes en ellos? Es muy importante saber que lo que se les dice, se lo creen.

S. Hay situaciones que uno percibe. Te habrá pasado. Uno percibe el ambiente. Es difícil explicar qué es lo que se percibe, pero se percibe atención, concentración y entonces fluye. Después se ven los hechos o no. Una cosa es te creo, pero después no lo ejecuto. Lo que buscamos es que ellos se sientan cómplices de lo que hacemos. Que lo sientan. Yo les digo siempre que lo que mejor me hace como entrenador es poder reflejar mis sentimientos dentro del campo y yo busco gente que los refleje. Cuando no te creen luego se ve. La gente te tiene etiquetado en un sitio y eso lo considero una falta de respeto, ni siquiera miran si evolucionas. Miran lo que fuiste. Creo que sí influyo en el jugador. Puede que, en el andar, en el camino, tuvimos algunas situaciones con algunos jugadores que no pudimos darle lo que queríamos, pero hubo un montón de casos que han llegado de una manera y después han mostrado otra cosa.

D. B. En 10 años te da tiempo a muchas cosas. No solo en los contenidos del entrenamiento, que habréis evolucionado, sino también en la organización del juego. Creo que es bueno para un entrenador romper con la rutina y cambiar el sistema, por ejemplo. La rutina es buena para algunas cosas, para otras no.

S. Soy estructurado dentro de mi pensamiento de lo que quiero, pero no soy estructurado de lo que busco desde el juego. Entiendo que lo más importante en esto son los futbolistas y nosotros vamos detrás de los futbolistas y ellos te van marcando lo que quieren con su juego, con sus sociedades. Y nosotros tenemos que ir buscando eso. La temporada pasada tardamos siete u ocho fechas para encontrar el sistema de 1-3-5-2 que acomodaba a todos para que pudieran rendir mejor. Con alguno hablábamos cuando estábamos cambiando de sistema y me decían que les iba a venir bien porque todos ya conocían cómo jugábamos. Así fue como explotó Marcos Llorente, como a Hermoso se le dio una mejor salida. Como Lemar encontró su sitio que en el 1-4-4-2 lo tenía ahogado…

D. B. Lemar siempre me gustó. Me parece un jugador muy interesante y, sin embargo, ha tardado en demostrar lo que era.

S. Y no sabes la cantidad de gente que me decía que no lo pusiera, que pusiera a otro. Y yo lo veía y decía que tenía que jugar. Tiene cosas diferentes de los demás. Va para delante, gambetea (regatea). Tiene algo que tienen pocos. Hoy ya no se gambetea más. Hoy es todo posicional, hago superioridad numérica por acá, por allá. ¿Y el talento? ¿Y lo individual? ¿Y la gambeta? ¿Y el eludir? ¿Y el sacarse un hombre de encima que rompe toda la estructura? ¿Quién lo tiene? Lemar, João, Correa, pocos.

D. B. Dices que sabes escuchar. Algunos se creen que escuchar al jugador es un síntoma de debilidad.

S. Escucho mucho. Para nada es debilidad. Me abro siempre para escuchar sus necesidades, para escuchar lo que ven, pero después decido yo. Si tengo algo es que tonto no soy. Puedo ser mal entrenador, pero tonto seguro que no y busco el camino que me lleva más rápido. Bielsa, que era muy estructurado, que tenía muy mecanizados los movimientos, comentaba que su máximo orgullo era que el jugador entrara al campo e hiciera algo que decidiera por sí mismo. La mecanización te genera un estímulo de repetir cosas y ahí es donde tiene que aparecer el otro ‘vos’ y añadirlo a lo que dicen los entrenadores.

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