domingo, 12 de enero de 2020

Las lágrimas del vicepresidente

La experiencia y los nuevos colaboradores de Unidas Podemos dibujan un perfil más moderado de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias llora tras la investidura. FOTO: U. MARTIN | VÍDEO: EPV
Cuando Meritxell Batet dijo eso de “queda otorgada la confianza al candidato Pedro Sánchez Pérez-Castejón” fue como cuando el árbitro pita el final de un partido agónico. Se desató la euforia de los vencedores y comenzó la marcha fúnebre de los vencidos. Los gritos de Unidas Podemos —“¡Sí se puede!”— se impusieron en el hemiciclo. En medio de ese alboroto, Pablo Iglesias rompió a llorar en público. Lágrimas incontenibles que parecía estar guardando desde hace meses. El niño al que sus padres pusieron el nombre del fundador del PSOE, el joven de la coleta que en su primer discurso político en 2014 usó una frase que utilizaba Arnaldo Otegi —“Cuando os insulten, difamen, cuando mientan, sonreíd; porque vamos a ganar”— salió del hemiciclo cinco años después convertido en vicepresidente de España. Y no podía dejar de llorar.
Incluso aquellos que en los últimos tiempos habían marcado distancias con el líder de Podemos se rinden ahora ante el logro inesperado de Iglesias. El verdadero asalto al poder de Podemos, en el que pocos creían en este año difícil tanto para España como para su propio partido. Iglesias defendió hasta el final la apuesta del Gobierno de coalición con el PSOE y acabó ganando. “Lo ha hecho bien. Ha demostrado arrojo, capacidad de decisión y un horizonte político muy amplio”, dice de él el exdiputado y politólogo Manolo Monereo, al que Iglesias siempre consideró uno de sus mentores, pero que en la última etapa se había apartado del líder y criticado sus ansias de poder.

Escenario crispado

Las lágrimas de Iglesias fueron la primera respuesta incontenible del que ahora siempre aparece en público como un hombre contenido. En medio de un escenario político crispado hasta el insulto, Iglesias impone su tono moderado y su voz monocorde. Apela a la Constitución, al respeto y al Rey si es necesario. Aplaude las palabras de Sánchez y de Íñigo Errejón, cuya marcha del partido hace un año amenazó con romper Podemos. Se presenta como un hombre de Estado y ni siquiera eleva la voz cuando la hemeroteca le recuerda que hace apenas cinco años prometía acabar con el “régimen del 78”. Asume con naturalidad sus propias contradicciones. Sería “más cómodo” quedarse en la oposición “con la pandereta defendiendo al 100% nuestro programa y no estar en las decisiones”, declaró hace unos días en La Sexta. Pero él ha preferido estar. A esa apuesta puso todas las fichas este último año. “Habrá que afrontar muchas contradicciones, pero está en un punto de madurez personal y política que será capaz de relativizar todo eso. Lo veo fuerte”, cuenta Jaume Asens, su amigo desde hace 20 años y portavoz de En Comú Podem

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