domingo, 25 de agosto de 2019


Vuelve el fantasma de la recesión

Los malos datos de comercio y producción industrial y los riesgos geopolíticos avivan el miedo a que grandes economías como Alemania, Italia o incluso EE UU se contraigan

Un carguero en el puerto de Qingdao (este de China), el pasado 6 de agosto.
Un carguero en el puerto de Qingdao (este de China), el pasado 6 de agosto. AP
Los economistas son bastante malos a la hora de predecir las recesiones. Esta es la principal conclusión de un artículo publicado por el FMI el año pasado. En el texto se analizaban los casos de 63 países entre 1992 y 2014; y sus tres autores concluían que los expertos suelen darse cuenta de los bajones económicos solo después de que estos se hayan producido. Con este pobre resultado —no solo achacable a los economistas: los periodistas no acostumbran a atinar mucho más—, resulta arriesgado anunciar una nueva recesión cuando en muchos países todavía no se han borrado las huellas de la anterior.
“Es peor de lo que creíamos. Si Alemania cae en la recesión será un primer aviso para Europa", dice la profesora Isabel Schnabel
Pese a ello, el temor a que grandes potencias como Alemania, Italia, Reino Unido o incluso EE UU encadenen más de dos trimestres de caídas del PIB ha crecido en las últimas semanas, al calor de las tensiones comerciales y políticas; los nervios en los mercados y los negativos datos de crecimiento y producción industrial que llegan de algunas capitales. La economía mundial se enfría. En su revisión de julio, el FMI rebajó su previsión de crecimiento global al 3,2%.

Vuelve el fantasma de la recesión
En otoño del año pasado, cuando la economía global empezaba a dar muestras de agotamiento, Daniel Gros, director del think-tank belga CEPS, negaba a este periódico la posibilidad de una nueva crisis. Contactado ahora de nuevo, Gros matiza su respuesta. “Veo improbable una gran crisis. Pero sí nos estamos acercando a una recesión en algunas partes de Europa, e incluso en EE UU posiblemente el próximo año”, responde. En realidad, nada radicalmente nuevo ha ocurrido. Los anuncios de aranceles entre EE UU y China, que volvieron con fuerza el viernes, son tan solo el agravamiento de un conflicto que empezó en 2018. El problema es que los riesgos que pululan desde hace meses —además de la guerra comercial, debilidades en mercados emergentes, Brexit sin acuerdo...—, lejos de diluirse, se han presentado con más fuerza estas semanas. Y, como repite el presidente del BCE, Mario Draghi, la mera prolongación de la incertidumbre ya supone en sí misma una materialización de los riesgos.
El goteo de malas noticias ha sido incesante. Tres de las grandes economías atraviesan dificultades. En Alemania y el Reino Unido, el PIB cayó en el segundo trimestre del año —un -0.1% el primero y un -0,2% el segundo—. Los malos datos de producción industrial y de comercio exterior llevaron al Bundesbank a alertar de la posibilidad de que la primera potencia del euro retroceda también este trimestre, lo que le empujaría a la recesión. Italia, que en cinco trimestres ha intercalado dos caídas, dos estancamientos y solo una ligera subida, se enfrenta además a una parálisis política de resultados imprevisibles. No es casualidad que sean estos tres países los más castigados en Europa: todos ellos están muy expuestos al exterior. El comercio se está resintiendo en todo el mundo. Según la OMC, las exportaciones mundiales cayeron en el primer trimestre un 2,7% y las importaciones un 3,1%.

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