Aguas(re)fuertes
Mi primer Encuentro Nacional de Mujeres
Las pibas volvieron a juntarse: una crónica de amistad instantánea, hartazgo añejo y puesta en duda de todo lo preestablecido.
"Nos entendemos, nos queremos y nos defendemos porque nos unen el espanto y la lucha", dice la cronista del NO.
Imagen: Alejandra Morasano
Imagen: Alejandra Morasano
El fin de semana pasado fui a mi primer Encuentro Nacional de Mujeres en un contexto mundial, regional y local donde es exponencial el crecimiento derechoso, neoliberal y de odio al diferente. Fui a mi primer ENM en una provincia eternamente atravesada por tensiones del tipo colonial, donde vastas tierras están escrituradas y sus habitantes originales segregados, donde los nombres de las calles alternan apellidos mapuches con ingleses y donde todas estas causas milenarias cobraron otro peso y otra visibilidad a partir del caso Santiago Maldonado, el año pasado, dejando en evidencia lo silenciado de un pueblo y el odio estatal hacia cualquier expresión contra el statu quo.
Lo que pasa en el Encuentro es muy difícil de contar porque es más un caldo de cultivo para que pasen cosas que una serie de eventos organizados. La línea de causas y efectos, a modo de sucesión de puntos hacia adelante, no es su modelo. Al contrario, el ENM tiene más la condición de revuelta, de paréntesis espaciotemporal con sus propias reglas donde lo principal es la vibración al unísono. El ENM es muy fuerte, emocionante y alegre pero es durísimo y está lleno de dolor.
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