Coby apura un cigarrillo de liar y se sube a un taburete desde el que alcanza sobrado el falso techo de la casa. Empuja una de las placas que simulan ser de madera y deja ver las bolsas de Carrefour en las que ocultan las falsificaciones. «Camisetas, calzoncillos, cinturones...», dice sin llegar a bajar el material de las alturas. El piso tiene unos 50 metros cuadrados y está ubicado en el madrileño barrio de Lavapiés, no muy lejos de la plaza Nelson Mandela, epicentro de las protestas de los manteros desde el fallecimiento el pasado 15 de marzo de uno de sus colegas, el senegalés Mame Mbaye.
Coby es de Senegal también, roza la treintena y comparte la vivienda con otros dos compatriotas. Los tres se dedican a la venta ambulante. La dirección en la que nos encontramos es además un piso franco, es decir, uno de los lugares en que los manteros acumulan la mercancía ante el temor de que la Policía entre en las viviendas y las camisetas, calzoncillos y cinturones acaben incautados y quemados en una pira. Los escondites son, como su venta, ambulantes. «Las cosas las vamos moviendo todo el rato de un piso a otro», explica Coby.
En Lavapiés hay una docena de pisos francos como el suyo y todos deben de estar repletos ahora mismo de copias de bolsos de Prada, gafas Ray-Ban o zapatillas Adidas, puesto que los manteros casi no han vuelto a salir a la calle desde lo de Mame. Unos dicen que porque tienen «el corazón triste»; los más prácticos, como Coby, achacan directamente el parón a la presencia de cámaras de televisión en las calles y a un supuesto aumento de la vigilancia policial, aunque en realidad el Ayuntamiento ha ordenado dejar de patrullar en Lavapiés para evitar altercados.
No son los días más propicios para hacer un reportaje que radiografíe al colectivo de los manteros. Bien organizados en torno al Sindicato de Manteros y Lateros, que agrupa a unos 200 sólo en Madrid, la mayoría sigue a pie juntillas la consigna de sus portavoces de no hablar estos días con los medios de comunicación. El enfado obedece a informaciones publicadas que no han sido de su agrado, porque los manteros tienen puesto el foco en la persecución policial como causa del infarto de Mame, aunque la autopsia ha confirmado que también sufría defectos congénitos en el corazón. «Nos dicen que es nuestro momento, que tenemos la oportunidad de conseguir que los políticos nos escuchen y que cambien la situación de todos los manteros que estamos en España», analiza Coby el posible rédito de esta revuelta entre los de su gremio.
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