JUSTO
AL DESCUBRIR EL AMOR
Le llamaban “El Carancho”. Unos amigos
de pandilla lo habían bautizado de esa manera porque siempre estaba viendo la
manera de conseguir algo sin demasiado esfuerzo. Hijo de inmigrantes que habían
llegado de Centroamérica y se fueron replegando hasta donde la sociedad
Catalana los pudo empujar. A fuerza de abrir los codos para hacerse un sitio,
su familia se construyó una chabola en el archiconocido barrio “La Cañada Real”
en las periferias de Madrid. Este sitio
según sondeos particulares ya que para los Ayuntamientos no existe, viven unas
40.000 personas de toda calidad humana. Es una pequeña ciudad ilegal totalmente
y se pueden encontrar cochazos de la marca Mercedes, Puting Clubs o chalets.
Muchas veces podemos adentrarnos en esas callejuelas inventadas según las
necesidades y las presiones, por reportajes que llevan a cabo los reporteros de
canales de televisión. Allí hay una mistura de gitanos, inmigrantes,
drogadictos, gente de mal vivir, putas o escondidos de la justicia.
Los padres de Carancho, no pudieron
vencer el desprecio de muchas gentes hacia los inmigrantes y fueron
retrocediendo en sus aspiraciones de poder salir adelante con su trabajo y
esfuerzo familiar. De a poco y ante la falta de trabajo, o de trabajos mal
pagados, en negro y sin los servicios sociales. Fueron reduciendo gastos
alquilando cada vez viviendas de más baja estofa. Hay varios barrios en los
alrededores de la ciudad que reúne toda esa gente que para los adinerados son
solamente la escoria, sin embargo entre esa pobre gente hay muchísimas
historias que pueden estremecer el corazón del más duro.
Así fue el peregrinar de esta familia,
sosteniéndose entre los tres a duras penas. Carancho había ido tomando contacto
con chicos que no le daban mucho respaldo, alguna ratería por aquí, algún tirón
del bolso de una abuela descuidada y de a poco va pasando el tiempo, un par de
meses en este barrio, otros en otro y otras veces acudiendo a la comisaría para
responder sobre preguntas molestas. Ni que decir que Carancho no pudo seguir
ninguna carrera a partir de la escuela básica y obligatoria, es más, ni
siquiera pudo terminar aquellos años escolares por la inestabilidad de vivir en
un solo lugar. Desde niño, su corazón estaba con el que se doblaba ante la
injusticia, sus proyectos siempre fueron tratar de superarse y en algún momento
de la vida, formar su propia familia y ser una persona respetada.
Ese momento no llegaba nunca porque no
se le presentaban las oportunidades, pero aún haciendo pequeñas raterías para
lograr aplacar sus pequeños gastos diarios, buscaba y rebuscaba fuera de los
límites de su barrio un trabajo digno que le permitiera sacar a sus padres de
ese infierno. Las cosas se fueron torciendo dentro de la economía Española,
habíamos estado viviendo durante muchos años (Quizá) por encima de nuestras
posibilidades, si es que uno le puede llamar “fuera de sus posibilidades”,
salir un día a la semana a comer a un restaurante, comprarse una o dos prendas
de vestir cada mes y tomarse una semana de vacaciones cada año. Ya decir que
uno pretendió comprar su primera y única vivienda, quizá para los sesudos
políticos de turno representa un derroche irresponsable, lo cierto es que en
vez de abrirse las posibilidades de prosperar, cada día dábamos un pequeño
retroceso económico. La familia de Carancho no escapó de aquella vorágine que
se fue desencadenando. Cada día, encontrar un trabajo se fue convirtiendo en
una utopía, encontrar un trabajo digno, remunerado y fijo, fue algo más que una
bendición del cielo. De todas maneras, Carancho trató que en su infructuosa
búsqueda, pudiera conocer a otros chicos de su edad adolescente en otras
fronteras de aires más puros. Aquello era la pescadilla que se muerde la cola,
“no encontraba trabajo porque no se podía vestir decentemente y no se vestía
decentemente porque no tenía un trabajo que le ofreciera unos euros al mes. Sus
padres se fueron doblando y Carancho se propuso un límite. Un día sentenció;
“Para vivir mal aquí, nos vamos a nuestro País y por lo menos alguien nos
alcanzará un pañuelo para secar las lágrimas”. Un fin de semana, la madre le
puso todo el esmero para que las mismas ropas de siempre parecieran mejores.
Carancho salió del Barrio La Cañada y deambuló por unos barrios donde jóvenes
alegres se reunían en una plaza para hacer botellón, beber, charlar y escuchar música. Lo invitaron y participó de
aquella reunión que le costó un tremendo esfuerzo dejar.
Esa
noche entre risas y charlas, conoció a Sandra, (una hija de inmigrantes que le
pereció estupenda) Ella no se acostó indiferente ante la educación de Carancho.
Ella le dio un teléfono anotado en un recorte de papel y el lo guardó como si
le hubieran dado la entrada al cielo. Así fueron pasando unos fines de semana y
se aprendieron a gustar mutuamente. Una noche que estaba con los conocidos del
barrio donde vivía, se montó una pelea entre uno de los de su barrio con uno
que había llegado a comprar un par de papelinas. Este desconocido creyó que
Carancho había tomado intervención en la pelea y mirándolo le dijo que no se
olvidaría de su cara. Aquello terminó y al otro día este forastero regresó con
un arma escondida, compró otro par de papelinas de coca y salió caminando por
la calle principal que termina en la última chabola de La Cañada. La desgracia
quiso que encontrara a Carancho y lo recordara, le recriminó algo que nuestro
personaje no tenía que ver en absoluto, y luego de insultarlo, Carancho y sus
conocidos percibieron que sacaría un arma, alguien le puso un cuchillo en una
mano a nuestro personaje, (por si acaso) y esperó lo que pudiera llegar. El
forastero sacó su arma y Carancho ante una eventual diferencia de
posibilidades, trató de sujetarle la mano. Así comenzó aquella desgraciada
tarde noche, la que por tener que vivir en un barrio al cuál no le tenía ningún
cariño, el visitante encontró la muerte a manos de un desgraciado de la vida.
Al otro día y tratando de quitarse los fantasmas que le perseguían, se fue a la
placita para tratar de encontrase con Sandra. Preguntó por ella a unos jóvenes
que le dijeron que tal vez ese sábado no vendría. Carancho quedó desolado y se
fue retirando mortificado por la música que invitaba a bailar a los reunidos.
Allá a casi 50 metros, vió que llegaba Sandra totalmente acongojada y rota. Se
abrazaron y ella rompió en llanto, el trató de consolarla como mejor pudo y le
preguntó cual era la pena que le hacía tanto daño. “Ayer un mal nacido mató a
mi hermano que sabía buscar refugio en las drogas en el barrio “La Cañada
Real”.
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