“Dar palos”, la salida del gobierno frente a los indignados
- PorJUAN CARLOS ALGAÑARAZ
Hace siete meses que el gobierno conservador del PP subió al poder con el arco iris de la mayoría absoluta como “el manto sagrado”. Había que cambiar a España de arriba abajo y apretar el torniquete a los ciudadanos para evitar la catástrofe. En ese momento, la euforia del triunfo envolvió a los dirigentes populares y comenzaron a desenvolver unos planes de recortes, austeridad y otras desgracias por el estilo, para “eliminar el déficit porque de lo contrario es el desastre”. En realidad, los populares esperaban que con su sola presencia firme a la derecha, sus cantos de amor y obediencia a la canciller alemana, y la catástrofe socialista, que era real, apenas pusieran un pie en la Moncloa o en Bruselas, sede de la Unión Europea, les lloverían zalamerías que desvelaban una confianza sólida en ellos. Pero, todo salió al revés, debido a la gran arrogancia del gobierno que enfureció a los euroburócratas y a la Merkel. El gobierno no lo podía creer. El ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, celoso partidario de “dar caña” a los contumaces, se enfrentó a una huelga general en Barcelona con una masa de personas indignadas y también los grupos antisistema, que no son una novedad y siempre actúan en la ciudad Condal. De allí salieron un reguero de reformas a las leyes, anuncios de cambios penales y otras medidas antidemocráticas, similares cortesías de los nacionalistas “democráticos” del gobierno de Convergencia y Unión. Después llegaron los acontecimientos más clarificadores. En Valencia, un fortín del PP, asolado por la corrupción, los estudiantes salieron a la calle a defender la educación pública sometida a recortes que, por ejemplo, obligaban a las chicas y muchachos a cargar abrigos y bufandas en las aulas para combatir el frío. Cuando comenzaron las manifestaciones al ministro del Interior se le abrió el cielo. Salieron los jóvenes con sus demandas en el foco de las cámaras y en los anotadores de los periodistas que llegaron en malón. La policía respondió con cargas brutales, incluso contra ancianos y mujeres, y “caña” con los vecinos que protestaban. Ahora, la nueva ola de austeridad ha liquidado parte de los subsidios de paro, se anuló la paga de Navidad de los funcionarios públicos que se han movilizado en niveles que el gobierno ni soñaba. Los perjudicados son millones y no se quedan quietos. “Dar caña” aumenta el número de los indignados y los que tienen que darla están tan cabreados como los que protestan frente a ellos. En las próximas movilizaciones las calles en toda España serán el escenario de una indignación que no se podrá reprimir con reformas legales que huelen a otros tiempos.
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