domingo, 24 de febrero de 2019

Los reporteros gráficos explican cómo la policía ahora los marca, identifica y ataca
El fotógrafo como blanco
La cámara y la credencial eran un freno a los policías, pero ahora son la razón para atacar. Los fotógrafos explican que ahora se trabaja con miedo porque están marcados y la represión se ensaña con ellos.
Pablo Piovano, baleado cubriendo la protesta por la reforma previsional. Bernardino Avila, golpeado y detenido cubriendo el Cuadernazo.
Pablo Piovano, baleado cubriendo la protesta por la reforma previsional. Bernardino Avila, golpeado y detenido cubriendo el Cuadernazo. 
Imagen: Joaquín García Conde
“La cámara, la credencial de prensa, fueron siempre un escudo: las veían y se cuidaban, ponían un freno. Hoy es al revés. Si sos fotógrafo, pasás a ser un blanco”. Esto concluyen varios reporteros gráficos consultados por PáginaI12 sobre lo que es hacer fotoperiodismo hoy. Ir a cubrir una marcha, con su respectiva represión policial, por ejemplo. En la Argentina actual, los fotógrafos ya no solo cubren esas represiones. Al igual que los trabajadores y desocupados que protagonizan las marchas, también son reprimidos.
En los testimonios de los fotógrafos, una palabra aparece, repetida y peligrosamente: miedo. Un miedo que, sin embargo, no detiene la tarea. La reciente golpiza y detención a Bernardino Avila, fotógrafo de este diario, y Juan Pablo Barrientos de la revista Cítrica, y el modo en que previamente fueron “marcados” por la policía –como testimonian sus propias fotos, entre otros registros– vuelve a poner el foco en un estado de situación que excede cualquier “margen de riesgo” de la profesión. 
“Hoy sabemos que nos tenemos que cuidar. Nos quedó muy claro después del día de la reforma previsional. Ahí a Pablo Piovano lo acribillaron a corta distancia con balas de goma, a muchos otros colegas los atacó la policía de frente. En el verdurazo de la famosa foto de la abuela a mí me vieron y me tiraron gas con total alevosía. Como diciendo: Ah, ¿sos reportero? Para vos también hay”. El que habla es Avila, todavía dolorido por los palos que recibió en el Cuadernazo, mientras junta documentos para responder a las causas que les abrieron a los cuatro detenidos: Resistencia a la autoridad y lesiones leves. No recibidas, sino infringidas. Con una cámara.
Avila vuelve a repasar la escena: “Yo estoy haciendo mi trabajo y un policía se me viene encima, señalándome. No puedo asegurar que fue: ahí está Bernardino, pero que nos tienen recontra fichados a todos, de eso estoy seguro. Me marca y me saca del sector donde estoy trabajando, de mala manera, se me viene encima. Yo empiezo a ir hacia atrás sin dejar de hacerle fotos, mientras se acerca. Solo pienso en la cámara y en las fotos. Es un acto reflejo que tenemos los fotógrafos: salvar el instrumento con que trabajás, que es muy caro, y hacer tu trabajo”, relata. 
La parte grata es la de las fotos, que seguirán sacándose. Y algunas, volviéndose icónicas, como la de “la abuela de las berenjenas”. “Jamás pensé que una foto mía iba a tener ese impacto. El gesto de los Trabajadores de la Tierra de buscar a la abuela y garantizarle sus verduras, la repercusión nacional e internacional que tuvo... Me alegra que haya cumplido el objetivo de mostrar lo que pasa”, dice el fotógrafo. ¿Será que se busca que no muestren más? “No quisiera pensar eso, pero pareciera que sí. Es muy estúpido, porque noso-tros llevamos cámaras profesionales, pero a nuestro alrededor hay cientos registrando con celulares. Y porque no se puede tapar el sol con la mano”.

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