Ante una Plaza de San Pedro colmada de fieles, el Pontífice condenó el tráfico de drogas y la trata de personas. Y llamó a la paz en los conflictos en Africa, las dos Coreas y en Medio Oriente.
Se diferenció de sus dos antecesores, que enviaban el mensaje en medio centenar de idiomas. El portavoz dijo que fue para "comportarse con todos igual".
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