Así sobreviven los 300 ejemplares que pueblan la cordillera cantábrica
Para que no mueran nunca, el naturalista Ezequiel Martínez ha pasado una década hablando con los habitantes de 38 aldeas
Son 100 testimonios sobre su relación con el mítico animal que recopila en el libro 'Viviendo con osos'
Por la noche metimos al osezno en casa de un vecino. Mordía las patas de las sillas con sus pequeños y afilados dientes, entonces sabías que tenía hambre. Cuando se cansaba, se subía a la cama y se acurrucaba buscando calor. Una mañana los forestales vinieron y se lo llevaron en una caja. Nunca supimos más de él, pero cincuenta años después, todavía nos acordamos de aquellos días».
La historia se la contó, tal cual, José, ganadero oriundo del concejo asturiano deSomiedo, al naturalista y fotógrafo Ezequiel Martínez, quien el 1 de mayo de 2007 empezó a seguir la huella del oso donde antes nadie la había buscado, en la vida de la gente.
Pasó una década preguntando y repreguntando a los paisanos, hijos y nietos, charlando en las cocinas y en los poyetes, grabadora en mano, hasta poder dejar escrita la evolución en el último siglo de la relación del oso pardo con los somedanos. Con las anotaciones fue componiendo 'Viviendo con Osos' (ed. La Trébere/Madbird), un cuaderno de campo con 100 historias en primera persona e ilustrado por dibujantes de fauna de referencia como Josechu Lalanda o Manuel Sosa, además de fotografías al paisaje y paisanaje realizadas por el autor.
Y la mirada fija en Somiedo: un territorio encajado en la Cordillera Cantábrica, límite con Babia, una comarca asociada en el imaginario popular a lo irreal, pero que está en León; con un parque natural reconocido hace tres décadas abarcando la totalidad del concejo y formado por lagos, glaciares, bosques brumosos además de altas cumbres. Todo en torno a un microcosmos interior de 38 aldeas pobladas.
Hoy, la vida del concejo asturiano no podría entenderse sin la conservación y recuperación del símbolo de este territorio: el oso pardo. Una especie que a finales del siglo pasado llegó a un nivel crítico, con sólo 80 ejemplares en toda la península ibérica.
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